28.1.11

COMO LOS FANTASMAS ME MANIFIESTO

Se agradece la sinceridad, trabajar de forma honesta es imprescindible.

Primero asumiré que no soy artista y probablemente nunca lo sea, ya que los artistas hacen arte y lo que yo suelo hacer es decoración, y no sé si muy buena por cierto.

Dudar de todo es obligatorio, es sano.

En contra de la dinámica actual de asumir sin más como cierto cualquier cosa que esté escrita en un libro o en Internet, tenemos que dedicar un tiempo, por pequeño que sea, a pensar.

Pensar, verbo unido a un yo que realmente está unido a un nosotros.

Y pensando descubro que realmente considero artistas a muy pocas personas, de hecho Piero Manzoni es el que siempre me viene a la mente cuando pienso (yo) en artistas, Socle du monde es sin duda una obra que te hace artista.

Sí, soy artista. “ El arte es algo privado, el artista lo hace para si mismo”, decía Tristan Tzara en Siete manifiestos Dada, pero esta frase mal interpretada es la excusa en la que muchos se escudan para defender lo que hacen. No soy artista.

La obra de arte tiene que invitar a jugar al espectador, porque por mucho que el arte sea algo privado, el artista pretende mostrarlo y no puede obligar a la gente a ver lo que hace si no ofrece nada, si trabaja desde una pretendida subjetividad y no desde la intersubjetividad.

Invitar, tentar, retar, ofrecer, preguntar, es lo que hace un artista con sus obras.

Tristan Tzara: “(...) La obra comprensible es producto de periodista”.

Traducir una obra de arte parece el anhelo constante del periodista, y de otros que presumen de entender de Arte. El arte no está en otro idioma para ser traducido. Quizás estemos pagando la mala interpretación que se hace de la literatura, la cual por usar palabras ofrece al lector un espejismo de comprensión objetiva.

“El autor, el artista alabado por los periódicos, comprueba la comprensión de su obra: miserable forro de un abrigo con utilidad pública”,continúa Tzara.

Que el arte tenga una utilidad no debería ser un problema, de hecho es una herramienta estabilizadora de la cultura. El verdadero problema radica en que para darle esa utilidad pública, en muchas ocasiones pierde su verdadera utilidad y se transforma en una herramienta de los medios que juega en contra del propio arte. Esta estrategia está siendo usada por algunos artistas para conseguir una presencia pública que, por norma general, supone un aumento en el precio de sus obras y un descenso en la calidad de las mismas. Obras que están legitimadas por los nuevos mecenas, que ejercen su mecenazgo desde su castillo, iglesia moderna, Sotheby´s. No quiero ser artista.

En demasiados casos, los artistas que consideran suficiente este sistema de legitimación -me refiero a Sotheby´s, pero también a las galerías y museos- tienden a repetir una y otra vez la misma obra con distintos colores, se aletargan, se adaptan a la comodidad, a la certidumbre, cuando lo interesante, la capacidad que a uno le hace poder ser artista es, entre otras, su tolerancia a la incertidumbre. Puedo ser artista.

Pues, para intentar ser artista tendré que trabajar con sistemas de organización de problemas, de preguntas, pequeños teatros en los que reflexionar sobre todo lo que me produce curiosidad, incertidumbre.

Partiendo de lo general a lo específico, del todo a las partes que lo conforman e intentando que ese todo defina a las partes que lo constituyen y viceversa.

Sólo podré utilizar cajas de cartón para mostrar los problemas a estudiar.

La utilización de cajas de cartón se debe a que son una “materia prima” reciclada. Me explico: En un principio son materia prima sin más, a continuación la materia prima es alterada pasando a ser material y finalmente se convierte en objeto al serle asignada una función: cajas que sirven para almacenar cosas. Toda esta carga que ya contiene el objeto es la que me sirve de arranque, es el germen del acto teatral que en ella tendrá lugar.
De hecho, este manifiesto es el que es gracias a una indicación impresa sobre una caja de cartón de juguetería: “Seis piezas”. Piezas como unidades o porciones, pero también como actos teatrales, en una asociación de ideas que otra persona, más atenta que yo al mensaje impreso sobre aquella caja, me brindó y gracias a la cual hoy puedo decir que la función está a punto de comenzar.

El espacio expositivo también es una gran caja de cartón, incluidos esos espacios en los que, por luchar contra la carga que cualquier lugar tiene asociado, pintan y pintan sus paredes de blanco, o forran de pladur sus piedras, creyendo así que será neutro. Lo siento, pero no. El espacio neutro es una utopía.

Si asumo que el espacio donde expondré mis piezas es otra caja de cartón, entonces este será claramente parte de la estructura de la obra, por lo que tendré que valorarlo antes de cualquier posibilidad de exponer.

El contexto en el que se expone una obra conforma la obra.

Con esta afirmación se me plantea otra pregunta: Si asumo el contexto espacial, ¿qué haré con el contexto cultural? ¿Mis teatros tendrán sentido en Japón, China o en Arabia Saudí, por asumir que aquí si lo tengan? ¿Es eso posible? ¿Las obras que se tildan de maestras funcionan independientemente de la cultura del artista y del espectador? No lo sé, pero los museos son visitados por personas de todos los puntos del mundo. Quizás la globalización facilite la interpretación de las obras, o quizás el hecho de estar colgadas en un museo sea suficiente para los visitantes. Quizás, las obras sean tan importantes como el lugar que ocupan en el museo, o la seguridad que necesitan para ser protegidas.

Todas mis piezas tendrán elementos con los que el espectador pueda jugar, intentando asegurarme de este modo de que dedica más de un minuto a su observación, pretendiendo con ello evitar que la experiencia no sea la de una peregrinación lacónica. La incorporación de dichos elementos interactivos tiene que estar muy estudiada, porque corro el riesgo de banalizar la obra, de que proponer el juego de manera tan explícita acabe por convertirla en un juguete.

El hecho de que la obra requiera de un espectador activo físicamente que la ponga a obrar la complica, ya que parece que el comportamiento propio en una exposición pasa por mantener las distancias con lo que allí se muestra, en un acto casi de veneración hacia algo que está por encima de nosotros. Una actitud que está reforzada por los responsables de los espacios expositivos, que no dudan en marcar físicamente la distancia y delimitar el espacio de la reliquia. Aunque en unos casos es comprensible, en otros raya lo absurdo.

En todos mis trabajos el espectador tendrá que interactuar físicamente con la obra.
Esta es mi pequeña venganza contra todos aquellos que posibilitan provocan que cada día que visito un museo o galería sienta una presencia detrás de mí. Sí! es el personal de seguridad, que se siente incómodo al ver que me acerco a todo, lo estudio, lo huelo, lo saboreo... ¡Para eso sirve una obra de arte! Sthendal no tendría su síndrome visitando el CGAC.

Esto me lleva a plantearme la falta de recursos que tienen los espacios expositivos para trabajar con las obras que queremos hacer. Considero parte de la obra, como ya he dicho, la relación de esta con el espacio en el que se articula y la manera en la que se relaciona con el espectador. Y no soy un caso al margen, por lo que los espacios expositivos tendrán que plantearse nuevas estrategias, no pueden exponer casi siempre lo cómodo -pintura y fotografía-; el espectro es más amplio y los retos sanos. Soy artista.

Porque lo soy, mi dogma va a ser desde hoy que lo primero que uno necesita para hacer obras de arte es sentirse un artista, tener la necesidad y el convencimiento de serlo. Esa debe ser la única certeza, porque si esperas continuamente la aprobación de los demás te extralimitas, no te mueves y caes con facilidad en lo que ya está hecho. Los cambios, creo, se generan variando el punto de vista, no volviendo a hacer una y otra vez lo mismo.

Y ahora a trabajar

13.1.11

De primeira necesidade











































Esta es la instalación que realicé para la exposición,  Quen anda ahí?, en la Casa da Torre de Redondela.
Tapié las ventanas y les coloqué unas mirillas por las que se pueden ver estos cuatro espacios al accionar la luz.